El proyecto se define mediante dos piezas con distinto carácter que dialogan entre si, estableciendo conexiones que se reflejan en los espacios libres del zócalo.
Se definen como piezas eludiendo el concepto de torre sobre un basamento, tratando que torre y base se identifiquen con el mismo leguaje y se perciban como un volumen, estableciendo una continuidad en el tratamiento de fachada.
Cada pieza se realiza con una envolvente diferente e igual esquema compositivo, para evitar que sean gemelas pero se reconozca su relación. Una tiene un carácter más compacto, más próxima a lo construido, a la ciudad. La otra se vincula al entorno natural abriéndose más en la zona baja hacia el oeste. Se relacionan como en un punto de encuentro de dos entornos diferentes, natural y cívico, que deben coexistir.
La posición de las dos determina la definición espacial de la manzana visible en la distancia y potente por la imagen unitaria del conjunto.
Se plantea una diferenciación en el tratamiento de ventanas según su orientación
En el zócalo se propone establecer un espacio cívico no opuesto a paisaje natural realizando una nueva conexión con la naturaleza a través de espacios de transición, elásticos y flexibles en los que se sitúan diversos elementos de usos múltiples que permiten la relación de los habitantes estableciendo una nueva conexión entre los espacios comunes y las viviendas.
Se genera la noción de «espacio abierto» asociada a la idea del paisaje, tanto natural como artificial. Idea de vacío como elemento que favorece el desarrollo de cualquier contenido y permite un uso cambiante.
Este espacio se sitúa en la fachada oeste, vinculando el conjunto con el entorno natural y favorece simultáneamente el soleamiento a través del edificio.